Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.
2 Corintios 10:3-5
2 Corintios 10:3-5
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